No es que me haya vuelto una
feminista o sí. Si entendemos el feminismo como un movimiento social que lucha
por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. No soy una defensora
acérrima de que hombres y mujeres seamos iguales, porque, evidentemente, no lo
somos. Empezando por lo más evidente, nuestro físico, y terminando por lo
menos, nuestra forma de pensar o ser. Pero sí defiendo que no tenemos por qué
tener derechos laborales y sociales distintos por ser hombre o mujer. En ese
sentido, sí soy feminista.
Compartiendo la conciliación es más fácil |
Lo que hoy me lleva a abordar el
tema de la conciliación laboral, familiar y personal, es un post que leí de una
amiga mía periodista, blogguera, madre, esposa y trabajadora, Mar Rodríguez.
Ella escribe cada miércoles una entrada en el blog Entre Biberones, que se publica en el diario digital www.cordopolis.es. Os dejo el enlace del
blog también por si le queréis echar un vistazo: http://cordopolis.es/entre-biberones/.
En la entrada del pasado miércoles, ella contaba que le estaba costando más de
lo que pensaba conciliar su vida laboral y familiar, tras su vuelta al mercado
laboral después de estar en desempleo unos dos años. Tiempo en el que ha estado
desempleada, que no parada. En este tiempo, ha sido madre de dos pequeños, que
ahora tienen dos años y medio y nueve meses aproximadamente. Además, de
doctorarse en periodismo por la
Universidad de Sevilla, y hacer otras muchas más cosas que no
vienen al caso. Tras leer lo que ella había escrito acerca de la conciliación. Me
puse a reflexionar ¿por qué aún la mujer siendo la responsable de cuidar a sus
hijos, mayores o personas dependientes así como de atender su casa? Quizás
muchos piensen que es porque hasta hace poco no nos educaban en igualdad a
hombres y mujeres. No creo que sólo se trate de esto. Yo apenas colaboraba en
las tareas del hogar en casa de mis padres. Recuerdo que sólo hacía mi cama,
iba a comprar los sábados al supermercado, y muy de vez en cuando, sobre todo
en la época estival, planchaba algo de ropa. Poco más. No me siento orgullosa
por ello, pero la realidad es que cuando me independicé nadie me tiene que
decir “Olga pon la lavadora” “Olga limpia” “Olga cocina u Olga plancha”. Sé que
tengo que hacer esas cosas, porque no va a venir nadie a hacerlas. Con lo cual,
la educación influye, pero no pienso que sea determinante. Puede ser, que las
mujeres aunque en casa de nuestros padres no hiciéramos grandes cosas, sí
tengamos asumido por tradición que tanto el cuidado de los hijos como las
tareas domésticas son nuestra responsabilidad. En algunos casos, las mujeres no
dejan hacer al hombre ninguna labor de la casa porque piensan que ellas lo
hacen mejor. Craso error. Hay que dejar que cada persona haga las cosas a su
manera. En mi opinión, lo importante no es cómo las haga, sino que las haga. A
lo mejor, si no está acostumbrada, al principio, no las hará muy bien, pero con
la práctica, las acabará haciendo perfecto. O quizás, no las haga de tu agrado,
pero debemos entender que cada persona tiene su forma de realizar las cosas, y
que no las hacer ni mejor ni peor que tú, simplemente las hace a su manera.
Pienso que sólo compartiendo, la
conciliación es posible. Aunque, para eso es necesario que el hombre también se
involucre y colabore, y escribo bien, colabore que no que ayude. Si escribo que
ayude presupongo que las tareas del hogar y cuidado de los hijos es cosa de
mujeres, y no lo es. Y, por supuesto, las mujeres tenemos que dejar que ellos
asuman la parte de responsabilidad que les toca. La limpieza, el ir a comprar
al supermercado, el poner la lavadora, tender y planchar la ropa, el cuidado de
los hijos… es responsabilidad de todos los integrantes de la unidad familiar.
Entre todos, todo se hace mejor.