Este blog se llama Sorpresas, sorpresas te da la vida.
Cuando me lo creé hace aproximadamente un año, lo titulé así porque me suceden,
como a todo el mundo, cosas inesperadas, o sorprendentes para mí como es la
situación que me ocurrió hace un par de semanas, y que a continuación os voy a
relatar.
Hace unos 15 días mi Samsung
Galaxy S III mini se me cayó al suelo. Aunque, la caída no fue desde mucha
altura, y, desde mi punto de vista, el golpe no fue tan grande, la sensible
pantalla de este smartphone no soportó el impacto y se rompió.
Imaginaos la cara de tonta que se
me quedó. Más, cuando el terminal no tiene más de tres meses. Me puse a buscar en
Internet para ver si en Sevilla existía algún Servicio Técnico de Samsung para
llevarlo a ver si se podía reparar. Sí que había. Como el desafortunado
accidente tuvo lugar el domingo por la noche, fue al día siguiente cuando me
acerqué a la tienda para ver cuánto me costaba la gracia. El establecimiento está
ubicado en la barriada de Los Remedios. Así que como me pillaba un poco lejos
de mi domicilio fui en coche. Aparqué relativamente cerca, en una calle
paralela a la calle Niebla, y en un estacionamiento reservado para carga y
descarga hasta las 11 de la mañana. Cuando aparqué el vehículo esa hora ya
había pasado.
Me fui al establecimiento. Tardé
como una hora. Cuando regresé a por mi coche, me encuentro a una mujer hablando
por su teléfono móvil toda apurada. La señora cuelga rápidamente. Se me acerca
y se desarrolla la siguiente situación:
Mujer: Perdona, ¿cuando tú has aparcado tu coche te has fijado si
delante había un citroën picasso color guinda?
Yo: Señora, no recuerdo qué coche estaba
delante. Aunque de lo que sí estoy segura que esta camioneta (la cual estaba
donde se supone que debía estar su mono volumen) no estaba.
Mujer: Lo dejé aparcado a las once menos cinco, lo mismo se lo ha
llevado la policía al depósito, ¿no?
Yo: No sé señora. Si se lo ha
llevado la policía municipal le han tenido que dejar una pegatina naranja
indicándoselo y dónde lo puede recoger.
Mujer: No, no hay ninguna pegatina. Mira te importa llevarme al
depósito municipal para ver si está allí mi coche, que es muy tarde tengo que
ir a por los niños…
Imaginaos mi cara. Yo no quería.
Con las cosas que se oyen, y, sobre todo, se leen por Internet, tengo que
reconocer que me daba un poco de miedo. ¿Quién no ha recibido por e-mail el
típico correo electrónico en el que dice que cuando tú te encuentras en tu
coche se acerca un tipo te dice no sé qué cosa, te bajas, y cuando lo haces te
roba el coche?. Además, me creaba más inseguridad el hecho de no ser de
Sevilla, y de que si me pasaba algo tampoco tenía móvil para llamar a mi marido
o avisar a alguien. Todo esto me pasó por la cabeza en unos cuantos segundos.
Mi respuesta, para librarme de acercarla a dónde me decía fue esta.
Yo: No sé dónde se encuentra el
depósito.
No se me ocurrió otraexcusa mejor
y más convincente. A lo que la mujer dijo:
Mujer: No te preocupes. El depósito está aquí al lado. Está por el
Parque de Los Príncipes. Cerca de la parada de Metro. (Para lo
que no sois de Sevilla, esto está cerca del recinto ferial de la ciudad
hispalense)
No supe decir que no. Así que me
vi llevando a una desconocida en mi coche. Sola. Sin móvil. Mis temores aumentaron cuando
dice voy a llamar a una amiga para que recoja a mis hijos, y en lugar de decir
un nombre de mujer, dice “Javi, soy yo. Mira llama a Victoria para que vaya a
por los niños, que el coche no estaba en el lugar donde lo dejé. Luego te cuento con más detalle. Ahora, una
señora me está llevando hacia el depósito para ver si está allí.”
La mujer no hacía nada más que
hablarme. Yo apenas respondía con monosílabos o frases cortas. En parte, porque
no quería que la mujer notara mi acento cordobés, y en parte, porque mi
imaginación ya volaba pensando que a lo mejor estaba compinchada con el tal
Javi con el que acababa de hablar. Lo mismo una vez llegados al punto, me robaban
el coche y me dejaban tirada, que no tenía móvil para comunicarme ni pedir
ayuda a nadie… Aunque, a la vez, también me decía seguro que el tal Javi es su
marido, y nada malo me va a pasar. El trayecto desde el punto de partido hasta
nuestra meta no fue de más de 10 minutos, pero fueron los 10 minutos más largos
de mi vida. Cuando ya llegamos al depósito municipal, la mujer bajó del coche
no sin antes agradecerme el gesto que había tenido con ella, Entonces respiré
hondo, sonreí y, rápidamente, eché el pestillo del coche. Y, me fui para mi
casa.
Entendéis ahora por qué la vida
no deja de sorprenderme. ¿Conocéis a alguien que le pasen este tipo de cosas?
Además, es la segunda vez que una desconocida me pide que la acerque a un
lugar. Os aseguro que una tercera vez no me va a pasar. La angustia que pasé no
me la quita nadie ni siquiera la satisfacción de haber ayudado a quien lo
necesitaba.
Con
esta historia os digo hasta pronto. Ahora toca descansar y desconectar
de la rutina durante unos días. A ver con qué hechos o situaciones
curiosas me sorprende la vida durante estos días de asueto.