martes, 30 de julio de 2013

Ojo dónde compráis. Que no os den gato por liebre



Hace aproximadamente un mes en mi post la Tierra tira y une os hablaba de lo bien que me habían tratado en la zapatería Calzados y Bolsos Díez ubicada en la calle Sierpes, en Sevilla. En él os contaba cómo su dueño y dependiente había demostrado ser un buen vendedor al ser amable, flexible al ofrecerme todo tipo de facilidades si por lo que sea tenía que cambiar el zapato, cómo supo empatizar conmigo… Esta vez voy a compartir con vosotros una experiencia contraria a lo que me ocurrió en aquella ocasión.

El 21 de mayo me compré un precioso vestido en la boutique Belle de Jour, una tienda ubicada en el selecto barrio sevillano de Los Remedios. Me estaba todo perfecto, salvo que al ser un vestido largo y yo medir 1,57 centímetros había que meterle para ajustarlo a mi altura. En el establecimiento me dijeron que allí mismo me lo arreglaban, que una vez que tuviese los zapatos, que me fuese a poner con ese vestido, que volviese a ir y ya me tomaban la medida.


Me lo llevé a mi casa más feliz que una perdiz. Cuando tuve el calzado apropiado fui a la tienda acompañada de mi madre y la de mi marido (mi suegra, vamos). En esa primera ocasión, ya saltaron nuestras alarmas. Aunque las de mi marido se habían disparado desde el día que me compré el vestido, ya que las dependientas eran las típicas que si tú decías me gusta esto ellas responden “sí, te queda ideal”, que lo dices de otra cosa, te quede como te quede, te vuelven a repetir lo mismo. Pero hice oídos sordos a su advertencia, y allí estaba yo con mi vestido para que le cogiese el largo. Yo me puse en alerta cuando descubrí que la dependienta no tenía mucha idea sobre cómo coger el largo de un vestido. Mis acompañantes le dieron ideas tales como que me midiera desde la cintura a los pies le diese esa medida a la modista, y así sería más fácil coger el bajo. La dependienta decía que eso no podía ser por la caída del vestido, y por una mil excusas que nos daba… En ese momento, pensé yo me llevo mi vestido, ya averiguaremos quién me lo arregle .Pero no lo hice. Me dije mantén la templaza. No se puede ir avasallando a la gente. Así que dejé el vestido allí para que me lo adaptasen a mi estatura.

Pasada una o dos semanas me llamaron y me dijeron que ya podía ir a probarme la prenda. Como la primera vez me dio tanta inseguridad la chica, le comenté que me gustaría que el día que fuese a probarme estuviera la modista, porque así sería más fiable que el vestido me quedara bien. La chica me dijo “Eso no puede ser, la costurera no sabemos cuando viene…” Le dije, yo voy cuando vaya la modista... Pero insistió en su argumentación. No quise empecinarme, y acepté su explicación. Así que llamé a una amiga para que me acompañara para no ir sola. En esta segunda ocasión, fue peor de lo que me esperaba. El traje me quedaba por unos lados más largo, por otros más corto… Vamos, un horror!! Ahí estaba a punto de explotar. Menos mal que venía mi amiga que mediaba. Se nota que trabaja en el programa de Canal Sur “Tiene Arreglo”, jaja. La chica más o menos lo volvió a coger. Y viendo que yo no estaba nada convencida, me dice “Si tú quieres le decimos a la modista que no corte aún nada, que lo vuelva a hilvanar, y cuando tú estés conforme ya se corta. Tú tranquila”. Le volví a a plantear la posibilidad de que si no podía ir un día que fuese la modista, y la chica volvió a decirme de nuevo la misma cantinela…

Nos fuimos de la tienda. Nada más salir mi amiga no daba crédito. Palabras textuales de ella “no tienen ni idea de coger un bajo, y la modista menos aún de coser. Tenías unos picos, …” Dije, bueno a ver qué pasa. Y ¿qué pasó cuándo volví a probarlo al cabo de unas semanas? Pues que estaba, otra vez, más largo por unos lados que por otro. Se lo digo a la chica. Me ajusta una cosa, pero el vestido seguía estando desigual.
Aunque, se apreciaba a simple vista que no estaba bien redondeado, la dependienta me pregunta “¿qué tal te lo ves?” Ya ahí, me quedaba poca, por no decir ninguna paciencia, le respondí “¿y tú cómo lo ves?” Y ya le dije, mira prepárame el vestido que me lo llevo y ya averiguaré a alguien que me lo arregle en condiciones. A lo que respondió “Perfecto”. Ella pensaría uff qué bien que se lo lleva, un problema menos. Pues se equivocaba.

Lo llevé a una modista que conoce la madre de mi marido, y cuál fue mi desagradable sorpresa cuando esta mujer me dice “Olga, ¿por qué te han cortado el bajo?” Os podéis imaginar mi cara y expresión. Ojiplática me quedé. No daba crédito. Habían cortado el bajo cuando el trato era que no se cortaba nada hasta que yo dijese que lo hicieran. Y, además, estaba muy mal redondeado, desde el punto de vista de esta profesional, a la que avalan muchos años de trabajo.

Así que al día siguiente fui a la tienda para hablar con la dueña y encargada de la misma. No me personé allí porque me hubiera tenido que llevar el vestido a arreglar a otro lado o porque la modista, si se puede llamar así a esta señora que cose para esta tienda, no supiera coger un bajo, sino por incumplir su palabra, porque ahora espero que el vestido quede bien, pero como se le haya la ido la mano cortando, lo mismo ya no tiene solución.

En mi primera visita la dueña no estaba. Por lo visto, según me dijo la dependienta, se encontraba de viaje buscando nuevos diseños y modelos en París, Madrid… Aunque como las mentiras tienen las patas muy cortas, después me enteré que, simplemente, la mujer se había tomado unos días de descanso. También tiene derecho a ello. ¡Faltaría más!. Le expliqué a la dependienta el motivo de mi visita, y le pedí una hoja de reclamaciones. Me dijo que no sabía dónde estaba. Ese fue otro error, porque le debería haber dicho me lo sacas o llamo a la policía, ya que legalmente todo establecimiento lo tiene que tener a disposición del cliente que lo solicite, pero me dio cosa y no lo hice.

Me llamaron y me dijeron qué día y a qué hora me iba a atender la dueña. Cuando se lo conté todo. La mujer no daba crédito a lo sucedido. Me dijo que si no me habían dado la opción de ir cuando estuviese la modista a lo que respondí que No, que si no me habían dado el trozo de tela cortado, la respuesta también negativa, llamó a la costurera para preguntarle si le habían dado la orden de no cortar hasta que la clienta diese su consentimiento a lo que respondió que No… La mujer me pidió disculpas, y me agradeció que hubiese ido a hablar con ella y mostrarle mis quejas personalmente, puesto que esto no es nada positivo para su establecimiento, me preguntó que qué podían hacer por mí... Le dije que nada, y luego, le pedí el trozo de tela que me habían cortado.Y, le iba a poner su correspondiente Hojas de Reclamaciones, pero se mostró tan amable y sus disculpas parecían sinceras, (aunque lo mismo simplemente estaba haciendo un paripé) por lo que no lo hice. Ahora dudo de si debería haberlo hecho, porque me han vuelto a tomar el pelo. Pedí el trozo de tela sobrante del vestido, que era bastante, ya os he dicho que soy bajita, y quería aprovecharlo para hacerme un pañuelo o algo, y me han dado un trocito como un dedo de ancho.

Lo que esta vez os quiero decir que si os compráis un vestido, pantalón, falda … en Belle de Jour que os andéis con ojo, y que antes de salir por las puertas del establecimiento comprobéis que todo está cómo vosotros habéis pedido. Aunque desde luego, yo lo tengo claro jamás me volveré a comprar un vestido ni nada en esta tienda, y por supuesto, si alguien me pregunta un comercio donde adquirir algo mono la última boutique que recomendaría sería ésta.

lunes, 15 de julio de 2013

¿Cómo estarán los Bretón tras el veredicto del jurado contra José Bretón?



El viernes sobre las doce del mediodía saltaba la noticia. Las 7 mujeres y 2 hombres que formaban parte del jurado popular encargado de juzgar a José Bretón, tras cuatro días de deliberaciones, ya tenían su veredicto.
Por cómo se había ido desarrollando el juicio durante las tres semanas, las declaraciones del casi centenar de testigos, y sobre todo, por la magistral clase que dio el antropólogo - forense José Exteberría, estaba claro cuál iba a ser el dictamen del jurado.
El misterio no estaba en si el acusado sería declarado culpable o inocente por el doble asesinato de sus hijos, Ruth y José Bretón, sino como el infanticida recibiría la noticia. No defraudó. Escuchó impasible durante los 45 minutos que duró la lectura de los 21 preguntas, que los 9 cordobeses encargados de juzgarle tuvieron que responder para dictaminar si había acabado con la vida de sus dos pequeños. Aunque, desde mi punto de vista, sí que, por un momento, los ojos le brillaban como si alguna lágrima le fuese a brotar, pero no fue así. Yo pienso que él sigue creyendo en su inocencia. Un familiar me dijo hace poco que “si una mentira se cuenta o dice muchas veces se convierte en verdad”. Tantas veces se habrá repetido a sí mismo que él no mató a sus hijos, sino que desaparecieron en el parque Cruz Conde, que se habrá acabado creyendo que realmente no lo hizo. A su abogado José Sánchez de Puerta, según leí en El Mundo, nunca le ha reconocido que los quemara, y por tanto, que los matara.





Yo, tras escuchar el fallo del jurado por el Especial Informativo que Canal Sur emtió ese día, aparte de fijarme en el rostro del asesino, y en el de la madre de los dos pequeños,  en el de Ruth Ortiz, pensé ¿qué estarán ahora mismo sintiendo los padres y hermanos de José Bretón? ¿Cómo habrán recibido ellos este veredicto de culpabilidad por unanimidad? Hasta me sentía mal, por acordarme de ellos en ese momento, cuando todo el mundo hablaba del “consuelo” que ha supuesto para la madre de los dos menores y su familia este dictamen. Este domingo me he sentido aliviada cuando en la Crónica, suplemento dominical del periódico El Mundo, pude leer “Y ahora, ¿qué será de los Bretón? Pensé no soy la única loca que se preocupa por lo que puede estar pasando esta familia. 
Padres y hermano de José Bretón

Soy consciente de que muchos, y sobre todo muchas, más si son madres de menores con edades similares a los de Ruth y José, dirán o pensarán que ¿qué más da lo que sientan, piensen o padezcan estos familiares, cuando durante estos 21 meses le han estado bailando el agua a José Bretón? A estas personas, que son padres y madres, les planteó un ejercicio bastante difícil. Que traten de empatizar con estos padres. Para ello, lo que os planteo es que os tratéis de poner en el lugar de los progenitores de Bretón. Pensad que en un futuro, vuestros hijos, a los que ahora les reís todas sus monerías, e incluso, cuando nadie os ve, las travesuras, hace algo tan atroz como lo que ha hecho este individuo. Sé que no es fácil, ponerse en el lugar de Antonia Gómez y Bartolomé Bretón, padres de José Bretón. Pero haced ese esfuerzo, por un momento. ¿Qué sentiríais? Me imagino que un dolor inmenso, y quizás, un sentimiento de culpabilidad en el sentido de ¿qué hemos hecho mal? Y, también,  por qué no, de incredulidad. Seguro que os resulta increíble e inimaginable que vuestros “angelitos” un día puedan hacer algo tan abominable como es matar a una persona, y ya ni os cuento, si esta persona es sangre de su sangre. Pero, como popularizó el filósofo del siglo XVIII Thomas Hobbes “el hombre es un lobo para el hombre”. Según él una de las características predominantes de la esencia humana es el egoísmo, y éste convierte a los hombres en sus propios verdugos. Por egoísmo, por creernos superiores a los otros, por pensar cómo va a quedar alguien por encima de mí, por nuestro propio orgullo, por venganza ... somos capaces de hacer cualquier cosa, aunque esta cosa, sean tan aberrante como matar a tus propios hijos.
Yo no soy madre, por lo que no sé cómo una madre o un padre puede querer a un hijo, pero sí soy hija, y si siento cómo mis padres me quieren a mí y a mis hermanos, y cómo unos padres, y sobretodo, una madre, sufren cuando alguno de sus hijos tiene algún problema o hacen algo que no debieran o no hacen lo que deben. Así que me imagino que para los padres de José Bretón, esto tiene que ser un infierno.
Antonia Gómez, madre de José Bretón, el día que fue llamada para declarar 
Para ellos tiene que ser increíble que ese hijo al que, según ellos, habrán educado y enseñado igual que a los otros dos (los padres siempre dicen que crían a sus hijos de la misma manera, aunque en mi opinión eso no es cierto, y además, en la educación y socialización de una persona no sólo cuenta lo que se enseña en casa, sino también, influyen las personas con las que nos relacionamos desde pequeños y las vivencias que vayamos teniendo), haya podido asesinar a sus dos nietos. Sus sentimientos tienen que ser contradictorios. Esta tiene que ser su arma de defensa para no volverse locos, si no lo están ya: no creer o querer aceptar que su hijo ha sido capaz de quemar a sus dos hijos. Pienso que asumir esto, tiene que ser demoledor para cualquier padre y/o madre.
En cuanto a los hermanos, para ellos tampoco debe ser fácil asimilar que su hermano, a quién confiaban el cuidado de sus propios hijos cuando iban a hacer cualquier mandado, (recordad que Catalina y su marido José Ortega dejaron a cargo de José Bretón sus hijos el fatídico 8 de octubre de 2011, mientras ellos iban a realizar unas comparas a un hipermercado) es un asesino y un psicópata. Sin embargo, según he podido leer en la Crónica de El Mundo este domingo 14 de julio, uno de ellos ya está de vacaciones con su familia, y la otra “ultima unos días en la costa”.
Página de la Crónica de El Mundo donde se analiza qué será de Los Bretón
Me sorprendió leer y conocer esto, que sus hermanos se pudieran ir de vacaciones tan ricamente, cuando su hermano acaba de ser declarado culpable de los asesinatos de sus dos sobrinos, y por el que puede ser condenado a 40 años de cárcel. Aunque sí lo pienso fríamente, los hijos de Rafael y Catalina Bretón no tienen culpa de lo que ha hecho su tío, y como niños que son, se merecen pasar unos días de sol, agua y diversión en la playa. Sus primos Ruth y José, porque su tío José así lo ha querido, ya no podrán bañarse más en las azules aguas del Océano Atlántico.