Hace aproximadamente un mes en mi
post la Tierra tira
y une os hablaba de lo bien que me habían tratado en la zapatería Calzados y Bolsos Díez ubicada en la
calle Sierpes, en Sevilla. En él os contaba cómo su dueño y dependiente había
demostrado ser un buen vendedor al ser amable, flexible al ofrecerme todo tipo
de facilidades si por lo que sea tenía que cambiar el zapato, cómo supo empatizar
conmigo… Esta vez voy a compartir con vosotros una experiencia contraria a lo
que me ocurrió en aquella ocasión.
El 21 de mayo me compré un
precioso vestido en la boutique Belle de Jour,
una tienda ubicada en el selecto barrio sevillano de Los Remedios. Me
estaba todo perfecto, salvo que al ser un vestido largo y yo medir 1,57 centímetros
había que meterle para ajustarlo a mi altura. En el establecimiento me dijeron
que allí mismo me lo arreglaban, que una vez que tuviese los zapatos, que me
fuese a poner con ese vestido, que volviese a ir y ya me tomaban la medida.
Me lo llevé a mi casa más feliz
que una perdiz. Cuando tuve el calzado apropiado fui a la tienda acompañada de mi madre
y la de mi marido (mi suegra, vamos). En esa primera ocasión, ya saltaron nuestras alarmas. Aunque
las de mi marido se habían disparado desde el día que me compré el vestido, ya que
las dependientas eran las típicas que si tú decías me gusta esto ellas
responden “sí, te queda ideal”, que lo dices de otra cosa, te quede como te
quede, te vuelven a repetir lo mismo. Pero hice oídos sordos a su advertencia, y
allí estaba yo con mi vestido para que le cogiese el largo. Yo me puse
en alerta cuando descubrí que la dependienta no tenía mucha idea sobre cómo coger el largo de un vestido. Mis acompañantes le dieron ideas tales
como que me midiera desde la cintura a los pies le diese esa medida a la
modista, y así sería más fácil coger el bajo. La dependienta decía que eso no
podía ser por la caída del vestido, y por una mil excusas que nos daba… En ese
momento, pensé yo me llevo mi vestido, ya averiguaremos quién me lo arregle .Pero no lo hice. Me dije mantén
la templaza. No se puede ir avasallando a la gente. Así que dejé el vestido allí para que me lo adaptasen a mi estatura.
Pasada una o dos semanas me
llamaron y me dijeron que ya podía ir a probarme la prenda. Como la primera vez
me dio tanta inseguridad la chica, le comenté que me gustaría que el día que
fuese a probarme estuviera la modista, porque así sería más fiable que el
vestido me quedara bien. La chica me dijo “Eso no puede ser, la costurera no
sabemos cuando viene…” Le dije, yo voy cuando vaya la modista... Pero insistió en su argumentación. No quise empecinarme, y acepté su explicación. Así que
llamé a una amiga para que me acompañara para no ir sola. En esta segunda
ocasión, fue peor de lo que me esperaba. El traje me quedaba por unos lados más
largo, por otros más corto… Vamos, un horror!! Ahí estaba a punto de explotar.
Menos mal que venía mi amiga que mediaba. Se nota que trabaja en el programa de
Canal Sur “Tiene Arreglo”, jaja. La chica más o
menos lo volvió a coger. Y viendo que yo no estaba nada convencida, me dice “Si
tú quieres le decimos a la modista que no corte aún nada, que lo vuelva a
hilvanar, y cuando tú estés conforme ya se corta. Tú tranquila”. Le volví a a
plantear la posibilidad de que si no podía ir un día que fuese la modista, y la
chica volvió a decirme de nuevo la misma cantinela…
Nos fuimos de la tienda. Nada más
salir mi amiga no daba crédito. Palabras textuales de ella “no tienen ni idea
de coger un bajo, y la modista menos aún de coser. Tenías unos picos, …” Dije,
bueno a ver qué pasa. Y ¿qué pasó cuándo volví a probarlo al cabo de unas
semanas? Pues que estaba, otra vez, más largo por unos lados que por otro. Se
lo digo a la chica. Me ajusta una cosa, pero el vestido seguía estando
desigual.
Aunque, se apreciaba a simple
vista que no estaba bien redondeado, la dependienta me pregunta “¿qué tal te lo
ves?” Ya ahí, me quedaba poca, por no decir ninguna paciencia, le respondí “¿y
tú cómo lo ves?” Y ya le dije, mira prepárame el vestido que me lo llevo y ya
averiguaré a alguien que me lo arregle en condiciones. A lo que respondió
“Perfecto”. Ella pensaría uff qué bien que se lo lleva, un problema menos. Pues
se equivocaba.
Lo llevé a una modista que conoce
la madre de mi marido, y cuál fue mi desagradable sorpresa cuando esta mujer me
dice “Olga, ¿por qué te han cortado el bajo?” Os podéis imaginar mi cara y
expresión. Ojiplática me quedé. No daba crédito. Habían cortado el bajo cuando
el trato era que no se cortaba nada hasta que yo dijese que lo hicieran. Y,
además, estaba muy mal redondeado, desde el punto de vista de esta profesional,
a la que avalan muchos años de trabajo.
Así que al día siguiente fui a la
tienda para hablar con la dueña y encargada de la misma. No me personé allí porque
me hubiera tenido que llevar el vestido a arreglar a otro lado o porque la
modista, si se puede llamar así a esta señora que cose para esta tienda, no
supiera coger un bajo, sino por incumplir su palabra, porque ahora espero que
el vestido quede bien, pero como se le haya la ido la mano cortando, lo mismo
ya no tiene solución.
En mi primera visita la dueña no
estaba. Por lo visto, según me dijo la dependienta, se encontraba de viaje
buscando nuevos diseños y modelos en París, Madrid… Aunque como las mentiras
tienen las patas muy cortas, después me enteré que, simplemente, la mujer se
había tomado unos días de descanso. También tiene derecho a ello. ¡Faltaría
más!. Le expliqué a la dependienta el motivo de mi visita, y le pedí una hoja
de reclamaciones. Me dijo que no sabía dónde estaba. Ese fue otro error, porque
le debería haber dicho me lo sacas o llamo a la policía, ya que legalmente todo
establecimiento lo tiene que tener a disposición del cliente que lo solicite,
pero me dio cosa y no lo hice.
Me llamaron y me dijeron qué día
y a qué hora me iba a atender la dueña. Cuando se lo conté todo. La mujer no
daba crédito a lo sucedido. Me dijo que si no me habían dado la opción de ir
cuando estuviese la modista a lo que respondí que No, que si no me habían dado el
trozo de tela cortado, la respuesta también negativa, llamó a la costurera para
preguntarle si le habían dado la orden de no cortar hasta que la clienta diese
su consentimiento a lo que respondió que No… La mujer me pidió disculpas, y me
agradeció que hubiese ido a hablar con ella y mostrarle mis quejas
personalmente, puesto que esto no es nada positivo para su establecimiento, me preguntó que qué podían hacer por mí... Le dije que nada, y luego, le pedí el trozo de tela que me habían cortado.Y, le
iba a poner su correspondiente Hojas de Reclamaciones, pero se mostró tan
amable y sus disculpas parecían sinceras, (aunque lo mismo simplemente estaba
haciendo un paripé) por lo que no lo hice. Ahora dudo de si debería haberlo
hecho, porque me han vuelto a tomar el pelo. Pedí el trozo de tela sobrante
del vestido, que era bastante, ya os he dicho que soy bajita, y quería aprovecharlo
para hacerme un pañuelo o algo, y me han dado un trocito como un dedo de ancho.
Lo que esta vez os quiero decir que si os compráis un vestido, pantalón,
falda … en Belle de Jour que os andéis con ojo, y que antes de salir por las
puertas del establecimiento comprobéis que todo está cómo vosotros habéis
pedido. Aunque desde luego, yo lo tengo claro jamás me volveré a comprar un
vestido ni nada en esta tienda, y por supuesto, si alguien me pregunta un comercio
donde adquirir algo mono la última boutique que recomendaría sería ésta.