Esta semana quería abordar un tema del que pienso no manejamos mucha información, pero lo voy a tener que dejar para la próxima. Es un tema serio y necesito tiempo para poder investigar sobre él y después compartirlo con vosotros. Es curioso, desde el 7 de junio no trabajo, aunque desempleada oficialmente lo soy desde el lunes 24 de junio, pero ahora encuentro menos huecos para sentarme y ponerme a escribir, e investigar cuando la cuestión lo requiere. No todas las historias necesitan que me documente porque son cosas curiosas que me pasan como esta que ahora os voy a relatar.
La semana pasada tuve que ir al centro de Sevilla para solucionar un problema que teníamos con el ayuntamiento de esta ciudad. Iba con prisas, y no tenía mucho tiempo para detenerme pero los que me conocen saben que una de mis mayores debilidades son los zapatos. No me es que me gusten o encanten, es que me vuelven loca :). El centro de la ciudad hispalense, como el de cualquier otra, está lleno de tiendas de todo tipo, pero, sobre todo, de zapaterías. Así que no fue casual que de camino a mi destino final me encontrara con una. Aunque iba apresurada porque me iban a cerrar la oficina donde tenía que terminar de tramitar la gestión, no pude evitar a detenerme para mirar el escaparate de uno de estos establecimientos. Y, mira por dónde allí estaba un zapato de fiesta, que mi hermana había visto en Córdoba, le había gustado pero no quedaba de su número en ninguna de las distintas tiendas que la zapatería tiene repartidas por la ciudad. Así que ni corta ni perezosa, entré en el comercio y pregunté al señor si tenía el número 39. Me dijo que sí. Llamé rápidamente a mi hermana para darle tan buena noticia. Claro, ella me dice : "Olga, yo creo que el 39 me estará bien, pero sino, ¿me devuelven el dinero o cómo sería la devolución?" Le respondí: "No lo sé, pero voy a entrar y le voy a preguntar al hombre". Entré y le conté a Ángel, así me dijo que se llamaba el dependiente momentos después, la situación: "que el zapato no era para mí, sino para mi hermana que vive en Córdoba, y que, por tanto, si por lo que sea no le quedaba bien ese número si se podía cambiar por otro, o si me devolvían el dinero o cómo se haría la devolución". Él me respondió que la tónica general era hacer un vale que no tenía fecha de caducidad. Al ver mi rostro contrariado, y las dudas que le manifesté al respecto, puesto que mi hermana vive en Córdoba y tener un vale de una zapatería de Sevilla... Él lejos de decir mira chica ese no es mi problema, me dijo "No te preocupes, llévate el zapato. Yo soy el dueño de la tienda y puedo hacer lo que quiera, llévatelo que si no le está bien no vas a tener ningún problema". Así que ante esta respuesta del hombre, decidí comprar el calzado.
Un ejemplo de los bonitos zapatos que encontramos en esta tienda |
Antes de terminar la transación, me preguntó que de qué parte de Córdoba era, le dije que de la capital. Entonces, él me dijo que sus padres eran de Priego de Córdoba, y que él tenía una casita en Cabra, a la que va todos los fines de semana cuando cierra la tienda los sábado a mediodía. Ya estuvimos un rato charlando sobre lo que tira la tierra, que uno siempre es del lugar de donde nace aunque luego acabes haciendo tu vida en otra ciudad distinta. Así fue también como me enteré que se llamaba Ángel.
Me dio alegría encontrarme a un paisano. Me imagino que a él también le emociónó encontrarse con una cordobesa, y por eso me ofreció tantas facilidades para que me llevara el zapato, y además, me hizo una rebaja de 5 euros sobre el precio total.
Me dio alegría encontrarme a un paisano. Me imagino que a él también le emociónó encontrarse con una cordobesa, y por eso me ofreció tantas facilidades para que me llevara el zapato, y además, me hizo una rebaja de 5 euros sobre el precio total.
Además, con esta acción Ángel demostró ser un buen vendedor desde mi punto de vista: fue amable, flexible al ofrecer una opción de cambio distinta al vale, supo empatizar conmigo contándome que él era también cordobés, fue persuasivo en su objetivo de vender pero sin rozar la impertinencia... Requisitos, que desde mi opinión, debe cumplir toda persona que se dedique a la atención al público, y sobretodo, a la comercialización de productos.
Además, Ángel consiguió que yo me fuese de su establecimiento con una sonrisa y encantada. Para mostrarle mi agradecimiento os voy a decir el nombre y dirección de esta zapatería. Se trata de Calzados y Bolsos Díez. Está en la Calle Sierpes, número 15.Si algún día pasáis por allí, os invito a que le echéis un vistazo. Tiene zapatos de fiesta y de vestir bonitos, y a unos precios asequibles.